Sus amigos se turnaron para que siempre hubiera alguien.
Darío tiene diabetes tipo 2 y entró en terapia intensiva con un coma diabético, una pancreatitis aguda y disfunción orgánica. Su pronóstico era grave, pero sus amigos nunca bajaron los brazos y lo acompañaron los 28 días que lleva internado.
“Las primeras 48 horas fueron las peores, porque dijeron que lo iban a desconectar. Tras días de tristeza, nos unimos y pedimos a todos que se sumen a cadenas de oración y que pidieran por su salud y vuelva con nosotros. Se hicieron misas en todas partes del país, incluso trascendió tanto que se sumó gente de México, Venezuela, Chile y Japón. No podíamos creer la cantidad de gente que sin conocerlo entendió nuestro dolor y lo puso en sus oraciones”, comentó una de sus amigas y aseguró que “confiábamos que él no se iba a dar por vencido e iba a vivir”.
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Además, comentó que “se hizo una rutina estar en los pasillos. Somos más de 20 amigos que nos turnamos para que siempre haya alguien y no dejarlo solo. Mientras él da todo por recuperarse, que lo está logrando, jugamos a las cartas, contamos anécdotas, tomamos mates”.
“El hospital se convirtió en nuestra casa y parte de nuestra rutina e incluso el Obispo Jorge hizo una misa en la capilla. Siempre con la fe intacta, pensando en positivo y estando ahí cerquita creemos que esa buena energía le llega porque realmente que él esté vivo es un milagro y cada día que avanza es una felicidad para nosotros porque es un pasito que nos acerca a que salga de alta”, sostuvo.
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La buena noticia para este grupo de amigos llegó el martes, 19 de julio, cuando “recibimos la noticia que pasó a sala y no saben la alegría inmensa que eso son causa, nos llena el corazón”.